miércoles, 2 de febrero de 2011

ELEMENTAL, QUERIDO WATSON


Ayer apareció un artículo en La Vanguardia de los que ponen los pelos de punta: en España, el índice de abandono escolar en Secundaria es del 30 %, el tercero más alto de toda la zona europea (nos ganan en esta bochornosa competición Turquía y Malta..., al menos, como diría Bogart, siempre nos quedará Malta, a la que tanto le podemos meter 12 goles como superarle en resulotados académicos). Es decir, 3 de cada 10 adolescentes que pasan por nuestras aulas acaban saliendo de ellas sin el título de la ESO, sin haber adquirido esas competencias básicas que, según tanto nos insisten, han de permitir a una persona el acceso al mundo laboral y social en unas condiciones cuando menos dignas. Nuestros alumnos languidecen en centros educativos lánguidos llenos de profesionales anímicamente languidecidos; y no es un trabalenguas lo que intento hacer, por más que lo parezca: cualquiera que se pasee unas cuantas semanas por un instituto sabrá de qué hablo. Algunos quizá se pregunten ante estos datos: ¿y qué dicen los madamases de todo esto? ¿Qué propuestas de mejora están planteando? Aventuro esta respuesta: seguramente deben de estar redactando una nueva ley educativa muy innovadora, sobre todo en la parte contratante de la tercera parte de la parte contratante...
Podemos dedicar páginas y páginas a exponer posibles causas de tamaño desaguisado. Que si los padres de estos niños que abandonan no son precisamente un modelo a la hora de fomentar el espíritu de sacrificio y de compromiso con los estudios, ya que lo único que les importa (en el mejor de los casos) es que sus hijos salgan con un título bajo el brazo, con independencia de si han aprendido algo o no. Que si las administraciones educativas hace tiempo que perdieron el norte y, llevadas en volandas por teorías pedagógicas cada vez más esotéricas y menos realistas, han llenado de papeleo el sistema educativo, consiguiendo que parezca que lo esencial es lo que rodea a la educación (programaciones, sistemas de evaluación externa y un largo etcétera) y no la educación en sí. Que si los profesores están desmotivados, ya que tras ver cómo perdían la autoridad, ahora se les rebaja el sueldo y se les hace trabajar más horas (muchas de ellas inútiles: reuniones inanes, papeleo que nadie leerá ni mucho menos pondrá en práctica...). Que si los alumnos han dejado de percibir la educación como una oportunidad para conseguir algo en la vida y padecen el síndrome de la "generación ni-ni", inmersos en una suerte de neomedievalismo cultural. Que si, que si, que si....
Pero ¿y si algo pasa, no con Mary, sino con cómo está pensado en sistema educativo? ¿Alguien ha pensado realmente en este factor? Y no estoy hablando de teorías "flower-power" de esas que han llenado los institutos y que han generado más caos que soluciones. Nos llenan las aulas de ordenadores para los alumnos que sustituyen los libros de texto clásicos, pero las clases siguen siendo iguales y teniendo los mismos contenidos y las mismas formas de hacer. ¿No será que seguimos aplicando en las aulas un paradigma educativo surgido tras la revolución industrial y las aportaciones del pensamiento ilustrado, y que estaba fundamentado en el pensamiento abstracto, racionalista en último término? En su momento era lógico, elemental, querido Watson: era el paradigma consecuente con el modelo científico que Occidente venía implantando desde el Renacimiento y que, con las ideas de los ilustrados, acabó llegando a una educación pública y universal.
El modelo de razón ha cambiado un poco desde entonces, gracias a aportaciones científicas que han hecho relativizar lo que para los ilustrados era una verdad absoluta, la Razón como compendio de saberes abstractos: matemáticos, gramaticales, lógicos, analíticos, etc. ¿A cuántos de nostros nos educaron en estos saberes? A todos o casi todos, ¿verdad? ¿Y a cuántos nos educaron en saberes más creativos, artísticos, más sintéticos que analíticos? La escuela, tal y como la pensaron los ilustrados, debía formas ciudadanos racionales... según el modelo ilustrado de lo racional. ¿La creatividad? ¿El sentido por lo artístico? Eso, que el niño lo estudiara en horario extraescolar, para que quedara bien claro que era un "hobby", y no un saber de los que demandaba el mercado laboral de la revolución industrial.
En la última tutoría hice una encuesta a mis alumnos, para ver qué hemisferio tenían más desarrollado. Ahora sabemos por la ciencia que eso que para los ilustrados era la Razón es patrimonio solamente de uno de los dos hemisferios del cerebro, el izquierdo; mientras que el derecho se encarga de elementos tales como la intuición, la creatividad, la sensibilidad o la capacidad de síntesis. Pues bien, la mayoría de mis tutorandos, en orden del 80 % de los que respondieron, parecían tender más a actividades propias del hemisferio derecho, en ellas tenían su punto fuerte, aquello que quizá, con entrenamiento y pasión, podía convertirlos en seres especiales y únicos. Y en cambio, todos reconocieron que en la escuela se los entrenaba básicamente (también en una proporción del 80-20 %) para desarrollar las compeetencias exclusivas del hemisferio izquierdo. ¡Oh, sorpresa general en el aula! ¿Tenemos un sistema educativo que sigue dando la espalda a la mitad de potenciales destrezas del cerebro de nuestros alumnos? ¿Y nos extraña que muchos de estos, demasiados, fracasen escolarmente? ¿No será esta situación deprimente una consecuencia lógica (ilustradamente lógica), elemental, de la paradoja de la que los propios alumnos se hicieron ese día conscientes?
Tranquilos, seguro que la nueva Consellera está pensando en cómo solucionar este desaguisado... Lo malo es que no sabemos si para dar con la respuesta está usando los dos hemisferios cerebrales o solo el izquierdo.
   

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