viernes, 27 de mayo de 2011

CUMPLEAÑOS DE LA SECTA DEL PROFESOR ROJO

                                                                                                             
Ahora que el curso se acaba y vuestras neuronas están pensando más en la playa que en las ecuaciones de segundo grado, se cumple un año del momento en que unos cuantos profesores se unieron  para dar forma a LA SECTA DEL PROFESOR ROJO (y, unos meses después, METAMORFOSIS EDUCATIVA, el blog del grupo: http://www.educahistoria.com/metamorfosis/),. ¿Qué mejor momento para recordar el texto fundador del grupo? Lo firmaron Jordi de la Torre y Cèlia Sevilla, los primeros en imaginar el camino que luego otros (profesores y alumnos) también decidimos tomar.
Aquí tenéis el texto, alumnos rojos, seguidores de Menard y demás criaturas de la noche:
 
                                                                                              
LA SECTA DEL PROFESOR ROJO: EL TRÁNSITO DEL GRIS AL ROJO

¿Qué es el gris?

La repetición sin sentido, la pérdida en el abstracto, esperar que salga el conejo de la chistera,  que alguien me salve, que me marquen el camino correcto. Que me digan lo que tengo que pensar, decir y hacer.
La falsa seguridad, la resignación, el victimismo. Hacer lo que hacen todos. No cuestionarme más allá de mi ombligo. Sentirme inútil y creérmelo. Perpetuar el sistema absurdo. Cargarme con las culpas de todo. Ser infeliz hora tras hora. No tener más ilusión que esperar que toque el timbre. Juzgar todo lo que veo: este alumno es un cazurro, ese profesor es un inepto, aquella alumna no será nunca nada en la vida.
Calcar los días y los años. Repetir que las cosas no tienen arreglo para no luchar por cambiarlas. No saber muy bien de dónde vengo ni adónde voy, ni qué hago aquí. Ansiar lo que me falta y menospreciar lo que tengo. Asignar a los alumnos la etiqueta de enemigos peligrosos que me quieren cabrear. No esperar más recompensa de la enseñanza que un mísero sueldo a final de mes.
Desconfiar de mis compañeros, clasificarlos, construir fronteras y peajes. Aislarse de lo desconocido. Atribuir el poder a todo bicho viviente y proclamar con rabia que yo soy el último mono.  Esperar con ansiedad las vacaciones.
Refugiarse en los libros de texto, la biblia de cualquier docente gris. Los padres son unos ineptos y no tienen ni idea del monstruo que están alimentando. Nos pagan para enseñar nuestra asignatura, es igual si la aprenden los alumnos o no, es igual si se aburren como ostras, que nadie me pida lo que no me corresponde. No quiero saber nada de la vida de los demás. Yo sólo soy ciencia. Yo sé más que ellos. Por qué los alumnos no me respetan.

¿Qué es el rojo?

Pasión, energía, amor, alegría. No soy infalible, no tengo que exigirme nada, no espero sólo facilito. Me dejaré la piel porque amo lo que hago. Ser profesor es maravilloso. Ocupa mi tiempo que es lo más valioso de lo que dispongo. No estoy solo, los alumnos me ayudarán.
No soy víctima de ningún sistema, soy agente renovador de un nuevo mundo que se crea conmigo. En mí nacen todas las posibilidades. No entiendo el fracaso. Tengo miles de oportunidades para llegar al corazón del alumno y despertar sus capacidades. No soy juez. No quiero que me juzguen. No puedo condicionar el futuro de mis alumnos.
Mis palabras son herramientas extraordinarias. Me lo quiero pasar teta con mis alumnos, también sufrir con ellos cuando están tristes. Colisionar, abrazar, enfrentarme, perdonar, somos seres humanos que fluyen a cada instante. Les entiendo y por eso creo que ellos me entienden.
Me preocupan, me flipo con sus cambios y ellos con los míos. No hay límites por eso nadie me puede limitar. Estoy exhausto pero feliz, merezco unas vacaciones. Puedo aceptar mis errores. ¿Son errores? Quiero mejorar. No existe ningún alumno igual.

EL TRÁNSITO DEL GRIS AL ROJO
 
El profesor está en el trampolín, sujeta con fuerza el trapecio gris. Mira cómo el trapecio rojo, unos metros más allá, va y viene, es el objetivo. Siente miedo, duda. ¿Por qué quedarse cómodamente en el trampolín? Es su inestable seguridad.
Algo en su interior le convence de que es imposible. Si ha subido hasta allí arriba es porque sintió la necesidad de engancharse al trapecio rojo. Se siente seducido por la energía que desprende ese color. No sería honesto desandar lo andado, tampoco se sentiría bien. Saltará.
Cuando se convence empieza a respirar algo más tranquilo. Pero mira al suelo y siente vértigo. Si falla y no puede asirse al trapecio rojo las consecuencias pueden ser fatales. Los latidos vuelven a acelerarse, el miedo le produce ofuscación y es incapaz de visualizar la tupida red que lo protege de la dureza del suelo.
Sólo concentra su mirada en la seguridad del trampolín, la pesadez que le trasmite el trapecio gris y la seducción que ejerce el trapecio rojo. La red del amor es invisible pero ofrece toda la confianza para dar el salto. En esa red está todo el amor que recibió de sus padres. Ellos le quisieron y él quiere a sus alumnos.
El tejido de esa malla nunca se podrá deshacer por mucho peso que soporte, siempre lo abrazará amoroso. También están entretejidos con hilo de amor los sentimientos de los profesores que confiaron en él, que se lo expresaron y que le ayudaron a ser quién es hoy.
Las voces imperceptibles de todos ellos le animan a dar el salto más prodigioso de su vida. Se siente orgulloso de que estén allí. Pero aún hay más. En la red también aparecen sus hijos. No quiere para ellos profesores adiestradores de rutinas instalados en el trapecio gris, desea que muchos profesores rojos se crucen  en sus vidas y les ofrezcan llaves para abrir de par en par baúles repletos de herramientas para transitar por esta vida en busca de la felicidad.
En justa correspondencia con los padres de sus alumnos es inminente el salto. Un pie se mueve, el otro toma impulso, se acabó el tiempo de la razón, es hora de rendirse y dejarse llevar por la fuerza del amor. Durante unos segundos queda suspendido en el vacío, tiene tiempo de ver cómo el trapecio gris vuelve hacia atrás y las sombras lo devuelven al pasado. Lo honra, fue útil en su momento, pero ahora es necesario asirse al trapecio rojo que se aproxima refulgente y poderoso.
Desde la liviana ingravidez es capaz ahora de identificar todos los tejidos que componen la red del amor, el profesor se reviste de una seguridad que le hace estirarse y con decisión abrazar el nuevo trapecio. Toma consciencia de quién es y se inviste de una fuerza renovada. Él ha decidido deliberadamente ser un profesor rojo. Ya sabe que es temporal, nuevos trapecios le esperan. Pero también intuye que a partir de este primer salto todo será más fácil.

2 comentarios:

  1. Texto muy connmovedor,aunqeu me he leido poco solo con el Principio ha bastado para saber que la tarea que haces tu no es enseñar a secas,se que tu lo hace por un motivo mas personal que profesional,desde aqui te mando un gran abrazo Profesor Rojo!!!Gracias por enseñarme a enseñar!

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  2. Vale ya me lo lei y lo entendi osea asociamos el gris a un color de tristeza,llamamos al rojo el color nuevo por excelencia,es decir el texto explica más o menos la ttransformacion de un profesor ambiguo a uno más moderno,que se preocupe de enseñar y no tan solo eso que goza enseñando,el profesor gris es el que busca solo trabajpo y un sueldo con el que pagarse el piso que tiene en alquiler y sunsistir,pero el rojo es el que se preocupa más por ver si sus alumnos aprenden y cambian la visión antigua de los profesores,y da un vuelco,es más o menos eso no Profesor Rojo?
    Un Salu2

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