domingo, 3 de febrero de 2013

S1: CARACTERÍSTICAS DE LA LITERATURA MODERNISTA



El Modernismo es el movimiento que predomina en la literatura en lengua española de finales del siglo XIX y principios del XX, hasta la Primera Guerra Mundial (1880-1914). Nace en América Latina, de la mano de escritores como el cubano José Martí y el nicaragüense Rubén Darío (foto abajo), y más tarde se desarrolla también en España. Está relacionado con un fenómeno general de crisis espiritual y cultural, que se produce en toda Europa a finales del siglo XIX.


El Modernismo surge como reacción contra el arte anterior (realista, sobre todo) y contra la sociedad burguesa e industrial, contra la que reacciona de forma parecida a como hacían los románticos. Muestra un carácter inconformista contra el orden establecido, tanto en el terreno artístico como en el social; asimismo, busca nuevos caminos expresivos en arte, aspirando a la renovación e innovación de las formas artísticas.
Como reacción al Realismo, busca crear un universo imaginario, habitado por la belleza, el exotismo y la sensualidad. Por tanto, la literatura modernista se caracteriza por la búsqueda de la belleza, tanto en las formas de expresión como en los contenidos.
Para alcanzar la belleza, la estética modernista se caracteriza por tres rasgos esenciales: la sensorialidad, la perfección formal y la ambientación en lugares fantásticos.

La sensorialidad: La poesía modernista apela a los sentidos con imágenes de gran belleza visual, mediante la musicalidad del lenguaje (aliteraciones, palabras esdrújulas, cultismos, etc.) o por medio de referencias a elementos sensoriales. Así, los colores, los sonidos y los aromas se evocan directamente, o a través de objetos preciosos, instrumentos musicales o flores, etc. Se presenta el lado refinado de la naturaleza (cisnes, ruiseñores, etc.) que, no obstante, puede aparecer asociado a lo decadente, como hermosas ciudades en ruinas. Esta importancia de los sentidos se percibe también en el tratamiento de temas como el amor, que suele presentarse revestido de elementos sensoriales que lo llevan hacia el erotismo.



La perfección formal: Los poetas adoptan metros poco usados, como el alejandrino, el dodecasílabo, el eneasílabo y el verso libre. Además, emplean todo tipo de estrofas y recuperan las formas clásicas, en las que realizan innovaciones, como en los sonetos.

Las ambientaciones irreales y exóticas: Los parajes exóticos, los cuidados jardines, los palacios, el lejano Oriente y las épocas remotas son los ambientes habituales del Modernismo. Estos constituyen a menudo una forma de evasión de la realidad.


Pero la literatura modernista, junto con esta persecución de la belleza, expresa a menudo un desencanto y una melancolía que tienen raíces en el Romanticismo (de este movimiento se recuperan algunos rasgos, como el interés por los sentimientos, el sueño o lo fantástico). La tarde, el otoño o el ocaso son algunos de los elementos a través de los cuales se refleja esta sensación de tristeza. De este modo, no es extraño que acoja también lo decadente o la presencia de la muerte. El amor puede presentarse como un objetivo imposible o un sentimiento melancólico.
Esta mezcla de elementos responde a la doble cara de este movimiento, que, como se ha indicado, constituye, por una parte, un rechazo a la realidad en la que surge y, por otra, un deseo de perfección y de armonía.



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